Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. (Hechos 14:22)
La necesidad de fortaleza interior surge no sólo a raíz del desgaste por causa del estrés diario, sino también por el sufrimiento y las aflicciones que llegan de tiempo en tiempo.
En el camino al cielo, el sufrimiento es sin duda añadido al cansancio del corazón. Cuando este llega, el corazón duda, y el camino angosto que lleva a la vida parece imposible. Ya nos resulta bastante difícil tener un camino angosto con colinas agotadoras que ponen a prueba la fuerza de la carcacha hasta el límite, pero ¿qué debemos hacer cuando ya no hay fuerzas?
A menudo Dios nos bendice mostrándonos su gracia en medio de nuestras dificultades.
Pablo clamó tres veces con esta pregunta debido a una aflicción en su vida, pero la gracia de Dios no vino en la manera que él había pedido, llegó de otra forma. Cristo respondió: “Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”. Vemos que la gracia es otorgada a través del poder de Cristo para sobrellevar una aflicción continua, una gracia otorgada en medio de una aflicción presente. Pablo respondió en fe a la suficiencia de esta gracia para el futuro: “Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí” (2 Corintios 12:9).
Una noche mientras iba de camino a mi casa, tomé una de las rutas acostumbradas y a una hora prudente. En el camino me detienen dos jóvenes y me apuntan con una pistola “dame todo lo que tienes” es su primera expresión, mientras el mismo se dispuso revisarme y sacar mis pertenencias, y al final se le ocurre la brillante idea de pedirme la mochila, cosa a la que en principio me negué pero dada las circunstancias, no tuve más opción que entregársela. En la mochila llevaba trabajos universitarios y mi laptop.
Yo había orado esa mañana para que Dios me guardara en todo mi trayecto. Pero antes de finalizar el día, ahí tenía yo el cañón de una pistola en mi frente con la amenaza de perder mi vida; sentí mucha impotencia. Luego de ellos irse me encontré con un señor al que le pedí que me ayudara, “entre los dos podemos” fue lo que le dije a él. Pero cuando le mencioné que llevaban un arma de fuego, se negó a acompañarme. Corrí lo más que pude al destacamento más cercano, en el camino no dejaba de pedirle a Dios que me ayudara, que su gracia estuviera conmigo.
Lo sorprendente de todo, es que mientras esperaba a los policías a que salieran a patrullar conmigo (una hora de espera), aparecen un grupo de personas que nunca había visto en mi vida, mientras conversaba con los policías, me dicen que creen saber quiénes son y más allá de eso, le pedí a uno de ellos que nos acompañe a patrullar por las calles del sector, para ver si damos con los ladrones. Y antes de la media noche ya habíamos dado con uno de ellos ¡fue de película! Para el día siguiente, a las 9 am, ya tenían al otro detenido y todo lo que me quitaron ya lo había recuperado.
Lo más notable de esta respuesta a mi oración es que llegara en medio de otra oración aparentemente denegada. Pedí un viaje sin dificultades; Dios permitió dificultades. Pero en medio de estas grandes dificultades, pude ver más grande aún Su gracia. Estoy aprendiendo a confiar en la sabiduría de Dios, de que Él otorga su gracia como mejor considere para mí. Dios es experto en crear crisis en nuestras vidas para mostrarnos esta inmerecida gracia, y fue justo lo que hizo conmigo aquella noche, creó la crisis para mostrar su cuidado de mí de una manera que no esperaba.
No debería sorprendernos que Dios nos dé las maravillosas bendiciones de Su gracia en medio del sufrimiento del que pedimos que nos librara. Él sabe perfectamente cómo otorgar su gracia para nuestro bien y para su gloria.
No importa lo que estés pasando, Dios sabe lo que hace y sabe mejor que nosotros que hace. Hechos 16:22-26
Tema ampliado del devocional Gozo Duradero de John Piper.