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Cuando Dios se convierte en tu trabajo

José es un joven devoto a Dios, lleva una vida cristiana ejemplar, es líder juvenil, siempre va a las actividades de la iglesia, trabaja en ministerios externos a la iglesia llevando la obra de Dios más allá de las cuatro paredes; está muy involucrado en evangelismo, trabajo social, siempre lo invitan a predicar en campamentos, cultos de jóvenes, etc; es más, todas las madres de la iglesia quieren a alguien como él para sus hijas.

Pero, si nos detenemos un segundo y vemos un poco más de cerca la vida de José, nos daremos cuenta que tiene más de 6 meses sin tener un tiempo devocional privado, las únicas oraciones que hace son aquellas antes de predicar o las que se hacen en grupo en la iglesia, el único momento en que abre su biblia es cuando tiene que dar un mensaje; pasa horas sentado frente a su computador y con la biblia preparando un mensaje, buscando citas bíblicas de manera mecánica para que “el mensaje tenga sentido, pueda llegar a todos, y además que las personas se acerquen a Dios”, pero no se ha detenido a preguntarle a Dios en oración que es lo que quiere que diga. Es como si su relación con Dios se tratara de las cosas que él tiene que hacer para el reino, es como si Dios hubiese dejado de ser Dios y se convirtiera en su trabajo.

La rutina cede a la espontaneidad; los conceptos, tópicos, frases, suplantan a Cristo mismo. La obra de Dios cobra más importancia que el Dios de la obra; la Iglesia de Cristo, que el Cristo de la Iglesia.

El apóstol Juan siendo inspirado y obedeciendo al mandato de Dios le escribe unas palabras a la iglesia de Éfeso y esto queda registrado en el libro de Apocalipsis capítulo 2, en estas cortas palabras Dios felicita a la iglesia por sus buenas obras, por todo el trabajo que han estado haciendo y hasta por cuidar de la doctrina defendiendola de falsos apóstoles, pero en el versículo 4 les dice: “Sin embargo, hay algo que no me gusta de ti, y es que ya no me amas tanto como me amabas cuando te hiciste cristiano.”(Apocalipsis 2:4 TLA).

Un teólogo español de nombre Jose Grau siendo citado en un comentario sobre el Apocalipsis refiriéndose a esta porción dice:
“La rutina cede a la espontaneidad; los conceptos, tópicos, frases, suplantan a Cristo mismo. La obra de Dios cobra más importancia que el Dios de la obra; la Iglesia de Cristo, que el Cristo de la Iglesia. ¿Cómo es posible? A veces, el enfriamiento es apenas perceptible. Un proceso lento. Mucho trabajo, falta de tiempo; pocas atenciones, poca oración etc. Cuando ocurre en parejas (novios o matrimonio) desemboca en una crisis, tarde o temprano. Igual sucede en el ámbito de nuestra comunión espiritual con Dios”.[1]

Quiero hacer un énfasis especial en la parte que dice: La obra de Dios cobra más importancia que el Dios de la obra. Una crisis, muchos de los que nos involucramos constantemente en el ministerio podemos pasar por esto, pasamos tanto tiempo trabajando en la obra de Dios que sentimos que ya hemos dedicado suficiente tiempo a nuestra relación con El y no se detiene ahí, de pronto tenemos tantas cosas “buenas” y que “ayudan al establecimiento del reino de Dios” que descuidamos cosas básicas e importantes como: Familia, salud, amigos, Dios… tenemos mucho conocimiento de las cosas que agradan a Dios, es más, hacemos cosas que “agradan a Dios”, pero, ¿y nuestro corazón dónde está?

Es hora de reorganizar, poner a Dios primero, volvernos hacia el Dios de la obra antes de hacer la obra de Dios, pasar más tiempo con el Cristo de la iglesia que con la iglesia de Cristo.

Al igual que las relaciones de noviazgo y matrimonio debemos dedicar tiempo a nuestra relación con Dios; para unos, esto significa hacer un devocional en la mañana, para otros hacer un estudio bíblico, otros quizás dediquen varias horas a orar, no importa cómo lo hagas, solo hazlo. Dios les dijo a los de Éfeso: “Por eso, acuérdate de cómo eras antes, y vuelve a obedecer a Dios. Deja de hacer lo malo, y compórtate como al principio” (Apocalipsis 2:5a TLA). Esto nos dice que tanto ellos como nosotros “conocemos a Dios”, el problema es que lo pusimos en el lugar equivocado en nuestras prioridades.

Ahora: Detente, Evalúate, Piensa ¿Estás bien?, si no, ¿Qué hago?, ¿sigo adelante?

C.S. Lewis (el autor de las crónicas de Narnia) en uno de sus libros dice:
“Si estás en el camino equivocado, el progreso significa dar un giro de 180 grados y volver al camino correcto… Estamos en el camino equivocado. Y si eso es así, debemos volver atrás. Volver atrás es la manera más rápida de seguir adelante”.

Que tal si seguimos el consejo de Dios y volvemos al principio, al primer amor. Pongamos a Dios en su lugar correcto; como Dios, no como nuestras obligaciones.

Si no tienes idea de cómo ordenar tus prioridades, te dejo un ejemplo:

  • Dios.
  • Tú (tu vida, tu salud).
  • Tu familia (tu pareja, tus hijos, tus padres, etc.).
  • Tu trabajo (es el medio que Dios te dio para sustento).
  • Tus amigos (son muy importantes para tu bienestar emocional).
  • La Iglesia (la iglesia no es Dios).
  • Cualquier otra cosa.

P.D.: Esto suena muy bien si ya ibas en el camino, pero si nunca estuviste en él, qué mejor oportunidad para entrar en el camino hoy. Llevarías ventaja, lo puedes recorrer bien desde el principio. ¡Comienza hoy!

¡Dios contigo!


[1] Carballosa, E. L. (1997). Apocalipsis La consumación del plan eterno de Dios. Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz.

Puedes seguir leyendo sobre las prioridades en la vida del cristiano en este artículo

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Juan Carlos Castillo

Doulos de Cristo. Vive en Santo Domingo, D. N. Miembro de la Comunidad Cristiana Int. (Ministerios CCI). Colabora en nuestro blog como autor invitado. Puedes seguirlo en Facebook.
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