Recientemente mi pastor me hablaba acerca de un libro, y me comentaba de cómo el Espíritu Santo a través de las historias del libro lo incitaba a buscar más el rostro de Dios, lo desafiaba a entregarse más en la intimidad. No solo el, sino que con igual entusiasmo me hablaba su esposa, de como eran retados a entregarse más en la búsqueda del rostro del Señor, les hacía sentir que tenían que buscar más, era como si les creara un hambre por estar en intimidad con el Señor, de sumergirse más. No pude contenerme mientras me hablaban y con una mirada abnegada les dije “¡tienen que prestármelo!”.
Y me dispuse a leerlo junto con ellos, el libro es “Biografías de Grandes Cristianos” de Orlando Boyer. Sin duda alguna, lo que me decían mis líderes era cierto, era lo que pasaba al estudiar la vida de estos hombres plasmadas en el libro, se sentía la intensa necesidad de buscar el rostro de Dios, de sumergirse en su presencia, de la invitación del Espíritu a acercarse a Él.
Todos los que vivimos en la ciudad, sabemos lo rápido que pasa todo. La vida que ofrece es más rápida, muy contraria al tipo de vida que se tiene en los pueblos, donde la vida es más moderada y que el sistema no transcurre a la misma velocidad. Hoy todo lo queremos al instante, sin mucha espera. El valor de las cosas no tiene la misma relevancia que años atrás, por la sencilla razón de que las personas no valoran las cosas con tanto vigor. No nos gusta gastar tiempo en esperar conseguir algo y por tal razón, las relaciones se encuentran en el estado deprimente que hoy afecta a toda la sociedad.
En Efesios 5:15-18 el apóstol Pablo les recomienda a los Efesios invertir su tiempo en cosas que realmente valgan la pena, en cosas realmente importantes, pero más que eso les hace la mejor recomendación “sean llenos del Espíritu Santo”.
El mayor problema que enfrentamos en esta generación, es que ocupamos nuestro tiempo en tantas cosas, nos saturamos con tantos compromisos y olvidamos que el mayor consejo no es solo invertir el tiempo en “buenas cosas” o en “cosas productivas”, sino en lo más importante, en ser llenos del Espíritu Santo, pues tiene recompensa en esta vida presente y en la eternidad.
Cuando a la Primera Iglesia que surge en hechos se les presenta un reto que pudiera retener la expansión de la palabra y la unidad de la joven Iglesia, los Apóstoles toman una decisión contundente “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas” Hechos 6:2.
Hacemos tantas cosas que carcomen como polilla nuestro tiempo a solas con Dios, cosas que quizás no sean malas y que desde un punto de vista son “productivas” y buenas, pues muchas veces lo estamos invirtiendo en la obra del ministerio, pero ¿Qué pasa con ser llenos del Espíritu Santo? ¿Qué tiempo le estamos dedicando a Él? ¿Qué tan productivo es nuestro tiempo a solas con El? ¿Qué tanto anhelamos ser llenos del Espíritu Santo? ¿Qué estamos haciendo para ser llenos? ¿nos estamos saturando tanto de otras cosas, que olvidamos nuestra intimidad con Él?
El que ahora prefirió ser esclavo por amor, ama estar en intimidad con su dueño.
Un Doulos necesita de su Señor, necesita las directrices de su dueño, el que ahora prefirió ser esclavo por amor, ama estar en intimidad con su dueño, ama hablar con Él, ama sentarse a sus pies, ama escucharlo a Él.
Las palabras del apóstol siguen repitiéndose con gran eco en nuestros corazones, palabra que nuestra generación escucha una y otra vez, una invitación que el Espíritu mismo nos hace pues “…nos anhela celosamente…” (Santiago 4:5), palabra que somos retados a abrazar “… Sed llenos del Espíritu Santo” (Efesios 5:18-19).
El mayor secreto en la vida de un Doulos, es su vida detrás del telón, la intimidad con su amo.