Si miramos un poco dentro de la época en donde nos encontramos, de cómo la cultura a través del relativismo golpea cual mazo las columnas de la fe, es necesario que como creyentes demos a conocer las armas más poderosas para la defensa de la fe.
Una de las armas de las que podemos estar totalmente seguros es de que la Palabra no contiene errores al ser inspirada por Dios mismo, este usa su palabra para indicarnos que tenemos un llamado constante a la santidad según Hebreos 12:14. El instrumento del cual el Padre se sirve para llevarnos al proceso de santificación es su Palabra, esto se pone en evidencia cuando Cristo en Juan 17:17 dice: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad”
El poder de esta afirmación prueba que, si el medio para llevarnos a ser santos, la Palabra, tiene errores o fallos sería imposible para nosotros el poder alcanzar el estándar de santidad que el Padre requiere. De la misma manera el poder transformador de la Palabra, y por ende de la predicación se vería notablemente afectado si en la Biblia se encontrara errores. No es posible que se hayan cometido errores en el proceso de redacción de las escrituras, puesto que Dios mismo habla de la inspiración no solo a nivel de los autores (2 Pedro 2:20-21), sino también a nivel del texto mismo. Acerca de esto Pablo escribió: “toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16).
Haciendo un buen uso de las herramientas de comprensión del lenguaje y su contexto podemos observar que el apóstol no dice que todos los autores fueron inspirados por Dios, sino todo el texto. Esto refuerza aún más nuestro concepto de que Dios fue autor y editor de todas las escrituras. De igual manera Pedro en su segunda carta aporta lo siguiente: “20 Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal, 21 pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios”
Podemos decir entonces que la Biblia fue escrita por hombres, en sus propias palabras, pero fueron guiados por el Espíritu Santo de tal forma que las palabras que escribieron eran las palabras de Dios, como si Dios mismo las hubiera escrito con su dedo. El resultado es un texto 100% humano y 100% Divino.
La Biblia fue escrita por hombres, en sus propias palabras, pero fueron guiados por el Espíritu Santo de tal forma que las palabras que escribieron eran las palabras de Dios
El Compromiso de creer en la inerrancia de las escrituras aumenta en la medida que asumimos la responsabilidad de predicar su palabra. En Hechos 20:26 podemos leer como Pablo declara delante de los ancianos de Éfeso: “26 Por tanto, os doy testimonio en este día de que soy inocente de la sangre de todos, 27 pues no rehuí declarar a vosotros todo el propósito de Dios”.
Si un predicador se da la libertad de no creer en ciertas partes de la Biblia, es obvio que no predicará aquellas secciones con la urgencia y autoridad que el texto demanda. Esto conduce a sermones que contienen sólo porciones de la verdad, y no la exposición de todo el consejo de Dios. Por desgracia, si solo se proclama una parte de la verdad, el mundo solo tendrá acceso a parte del poder de Dios para la salvación (Romanos 1:16), y la iglesia sólo tendrá parte del poder de Dios para la santificación (Juan 17:17).
Que todo predicador busque predicar fielmente cada palabra de la Biblia
Que todo predicador busque predicar fielmente cada palabra de la Biblia con el fin de que sus oyentes sean conformados a la imagen completa de Cristo que se revela en la Escritura. Cada palabra es inspirada, así que cada palabra debe ser estudiada, obedecida y proclamada.
La inerrancia y santidad
El creyente es el que anhela ser transformado a la imagen de Cristo en cada área de su vida, sabiendo que Dios es glorificado cuando refleja a Cristo. No existe imagen más bella ni deseosa que la de Cristo. Por lo tanto, el creyente odia su pecado y busca erradicar cualquier aspecto de su ser que no refleje la imagen de Cristo. Si pensamos en la ilustración del alfarero, cuando un cristiano mira su propia vida y observa que tiene un pedazo de masa que no se refleja en el patrón de Cristo, con gusto lo corta.
Es más que evidente que el pecado que mora en nuestras vidas es mucho. Si la Biblia es una espada del Espíritu según (Efesios 6:17), ¿podría tener filo esa espada si la Biblia tuviese errores? ¿qué instrumento pues podría usar el hombre para erradicar el pecado que mora en su ser? Si estás pensando en que la sabiduría humana podría ayudarnos en esta tarea permíteme recordarte lo que la palabra enseña en Colosenses 2:20-23: “Si habéis muerto con Cristo a los principios elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivierais en el mundo, os someteis a preceptos tales como: no manipules, no gustes, no toques (todos los cuales se refieren a cosas destinadas a perecer con el uso), según los preceptos y enseñanzas de los hombres? Tales cosas tienen a la verdad, la apariencia de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno contra los apetitos de la carne”.
Aquellos que anhelan la gloria de Cristo luchan sin descanso por predicar la Palabra pura
La sabiduría humana es, a lo más, una espada de plástico, sin valor contra los apetitos de la carne. Aquellos que niegan la inerrancia aman su intelecto tanto que no están dispuestos a pedir a Dios que utilice toda Su espada para cortar su orgullo y crecer en santificación. La Escritura es cual laser preciso en el cumplimiento de su propósito. Al alterar o cambiar una sola palabra, pierde su efecto santificador. Por esto, aquellos que anhelan la gloria de Cristo luchan sin descanso por predicar la Palabra pura, y por utilizar la Palabra en busca de su propia pureza.