Leyendo: ¡Alégrense las Naciones!

Esto es una reseña sobre el libro: ¡Alégrense las naciones!: La supremacía de Dios en las misiones, escrito por John Piper.

Si pudiese resumir este libro en una oración seria, la razón misionera no es antropocéntrica, es Dios-céntrica, existe porque Dios no esta recibiendo la gloria que merece, y los hombres están adorando a quien no deberían adorar. John Piper busca presentar el fundamento por el que las misiones existen. Nos lleva por la senda de la supremacía de Dios, sin el típico énfasis en el hombre que necesita ser salvado.

El libro se centra en hacer a Dios supremo en las misiones, para ello se divide en tres partes:

  • El propósito, el poder y el precio.
  • La necesidad y la naturaleza de la tarea.
  • La manifestación práctica de la compasión y la adoración.

La primera oración del libro viene a ser una bofetada para el que no había pisado profundo en el estudio de las misiones (como yo), es literalmente un golpe que te hace sentar y prestar atención “la obra misionera no es la meta final de la iglesia”, así inicia el primer capítulo, lo que es sin lugar a dudas una aclaración básica para entender las misiones y su propósito. Ya que la obra misionera es solo una necesidad temporal, pero la adoración permanece para siempre (pág. 10). Con esta simple afirmación nos deja claros de lo primero que debemos ser: adoradores, siendo así, no podemos exponer la magnificencia de la gloria de Dios si en nuestro interior aún no se ve ¡magnífica!, lo que nos debe llevar a adorarle reconociendo su inmensidad. Así que las misiones cristianas quedan como tarea secundaria, siendo estas dos las tareas más importantes del mundo.

Las dos tareas más importantes del mundo son: Adorar a Dios y obedecerle.

Incluso para Dios tienen ese mismo orden, Él hace todo para Su gloria. Es un hecho también chocante el reconocer que Dios busca su propia gloria, el autor presenta dos argumentos para desmontarnos la idea de un dios egocéntrico (“d” minúscula intencional). Basado en la cita de Pablo que habla de que “el amor no busca lo suyo” él concluye en que Pablo no está condenando toda forma posible de buscar tu bien, propone entonces que el buscar tu felicidad en amar al otro no es desamor; así que si tu búsqueda de bien propio es verdaderamente el bien para otros entraría en la excepción para ese pasaje de Pablo. Yo personalmente no me atrevería a atribuirle esta intención al pasaje de Pablo para usarla de argumento, en lo que sí podemos confiar es que el siguiente argumento es más que convincente para ver el porqué Dios se ama a sí mismo más que a todas las cosas (primer y gran mandamiento).

Este segundo argumento propone que la declaración de Pablo no aplica a Dios de igual manera que a nosotros, porque en principio debemos exaltar lo que es infinitamente glorioso y eso para nosotros se traduce en exaltar a Dios; y para Dios, en exaltar a Dios. Dios sería un idólatra si no estima por sobre todas las cosas lo que es infinitamente glorioso.

Aquí la gran frase que acuña las enseñanzas de Piper: Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en El. Así que la búsqueda de Dios por Su gloria no está en rivalidad con mi gozo, siendo que Él es más glorificado cuando estoy más satisfecho en Él. Quiere decir que Él no es poco amoroso al buscar su propia Gloria.

Él es lo único en el universo digno de ser adorado. Cuando se exalta a Sí mismo conduce a su pueblo a un gozo verdadero y duradero. Pero si nos exaltamos a nosotros mismos distraemos a los demás de lo que les traerá verdadero gozo. Conscientes de esto, podemos decir que amar a alguien realmente es encaminarlo hacia Dios.

Si verdaderamente amas a alguien, buscarás la manera de encaminarlo hacia Dios.

Es un llamado urgente a reconocer a Dios por quién realmente es, una doxología hedonista cristiana, el fundamento de toda la teología de Piper. Este libro nos presenta una imagen gloriosa del final de las misiones, la razón final, que de toda lengua, raza y nación adoren al cordero, de la misma manera que las huestes celestiales lo hacen hoy.

Nos ayuda a quitar la mirada de la estrategia humana para alcanzar a los no alcanzados, mientras nos educa sobre quienes son los alcanzados y quienes no lo son. Con sus ilustraciones un tanto graciosas, pero al mismo tiempo impactantes, nos presenta la necesidad urgente de ver la oración como el motor de las misiones. ¿Quién pensaría que los walkie-talkie representarían una realidad tan triste de nuestra condición actual y la oración?

Este libro es como una montaña rusa de experiencias que pone especial énfasis en lo importante: cómo vamos a enfrentar la realidad de las misiones y el sufrimiento. Nos presenta lo contrario a la urgencia; la razón de la urgencia, y el costo de esta. Nos presenta la simetría que debe existir entre la gloria que Dios debe recibir, pero nos equilibra la necesidad urgente de los hombres de toda raza, lengua y nación.

Romanos 15:8-9 es usado para definir como “el celo por la gloria de Dios son el motor de las misiones” cumpliéndose incluso con el primer y gran misionero “Cristo” lo que lo movió a venir al mundo fue el celo de Dios por la gloria de Dios. Los dos principios que hacen el carácter de un misionero se encuentran en este pasaje: celo por la gloria de Dios y misericordia para las naciones, y estas dos cosas son inseparables, nunca serviremos correctamente si falta alguna.

El amor por los perdidos es una de las cosas que mueve al misionero, no lo principal, pero es algo muy importante, aunque de inicio es difícil amar realmente a alguien a quién aún no conoces, pero conocemos al Padre, y es por esto principalmente que trabajamos, por amor a Él.

“No debemos ser nunca cristianos humanistas llevando a Jesús a la pobre gente pecadora, reduciendo a Jesús a algún tipo de producto que mejorará su suerte. Las personas son dignas de condenación pero Jesús, el Cordero sufrido de Dios, merece la recompensa de su sufrimiento.” – John Dawson, Llevando Nuestras Ciudades a Dios (pág. 34).

Como soldados, para cumplir esta misión, Dios nos dice cuál es la armadura que necesitamos en Efesios 6, tomando en cuenta dos cosas esenciales la oración y la Palabra de Dios. Un misionero debe clamar activamente (orar sin cesar) pues como soldado debe mantener comunicación activa con su comandante, no solo hablarle para que interceda en medio de crisis, sino que constantemente busca su guianza, su consejo e incluso le reporta la situación, para eso es la oración, como medio de comunicación con Dios para así ser fortalecido y cumplir la misión que nos ha encomendado.

Sin restarle valor a la oración, necesitamos entender también el valor de la proclamación fiel de Su palabra, pues esta es la que trae las personas a Sus pies; la oración viene a ser lo que afila la espada para ser usada eficazmente.

Ahora bien la invitación de Cristo a seguirlo, es diciendo “ven y muere” (Mateo 16:24). Puesto que la vida en sí misma trae sufrimiento, Dios nos invita a padecer con Él, ya que incluso el sufrimiento es usado para Su gloria, esto no es un mero hecho de masoquismo ni que todos debemos convertirnos en mártires; es el hecho de que aún nuestra propia vida está por debajo de Su gloria.

En el progreso de todo su argumento este libro busca alertarnos de los peligros al malinterpretar la visión misionera que nos presenta, y lo hace no solo cuando habla de la gloria de Dios y la necesidad de alcanzar a los hombres perdidos; lo hace además, de manera muy cuidadosa al definir qué quiere decir cuando habla de adoración. En un sentido práctico, es un libro que trata con profundidad los conceptos y argumentos que expone. No solo presenta argumentos, sino también vidas transformadas por esta pasión por la supremacía de Dios, y el gozo de todas las personas. El autor no solo busca presentarnos una teología teórica sino practica al mostrar la vida de misioneros que vieron esta realidad: la supremacía de Dios en las misiones.

Piper dedica todo un capítulo al hecho de que, solo por la fe en Cristo es que podemos ser salvos, y para explicarlo pasa por tres preguntas difíciles de digerir, pero que bíblicamente sus respuestas son “SÍ”:

  1. ¿Experimentará alguien el tormento eterno bajo la ira de Dios de una manera consciente?
  2. ¿Es la obra de Cristo el necesario medio provisto por Dios para la salvación eterna?
  3. ¿Es necesario que la gente escuche de Cristo para ser eternamente salva?

Partiendo desde el Salmo 67:4 pasando por un vasto repertorio de citas bíblicas y concluyendo con este mismo Salmo, este grandioso libro nos ofrece no solo un panorama de lo que deben ser las misiones sino el corazón que ha de movernos.

Alégrense y gócense las naciones,
Porque juzgarás los pueblos con equidad,
Y pastorearás las naciones en la tierra.
Salmo 67:4 (RVR60)

El punto de vista de Piper sobre las misiones aquí es algo totalmente nuevo para mí, lo cual deja un gran impacto al reconocer que tenía una cosmovisión antropocéntrica de las misiones. Nunca había considerado el propósito final de la iglesia, es decir, mi meta al intentar alcanzar a otros en mi vecina Haití estaba centrada en ellos, y su sufrimiento humano, pero no la adoración a Dios.

He sido arrollado por este tren cargado de una urgencia santa y un llamado sacrificial que conduce, inevitablemente, al sufrimiento por la causa de Cristo.

He reflexionado mucho, si viniendo de un contexto de pobreza, estoy dispuesto a sacrificar los bienes de este mundo por alcanzar a otros. He leído llorando, mientras examino y me encuentro como el misionero anglicano Henry Martin, porque mi pasión por Dios y el compromiso con Su gloria es aún muy débil.

Me encuentro luchando con mi propia búsqueda de bienestar y la causa de Dios. Débil en mis afectos y débil en la oración. Reticente a la realidad de los hombres que se pierden porque nadie les predica el evangelio, y por consiguiente, mi falta de amor consciente a esta conexión que existe, según Piper, entre la gloria de Dios y la compasión por los hombres. Pero no hay conflicto entre una y otra, como Piper dice casi al final del libro: En realidad, una es resultado de la otra, buscamos llevar el evangelio porque Dios merece la gloria y como resultado los hombres se benefician por adorar a quien deben adorar. Por esto le ruego a Dios, que mi pasión por su gloria aumente porque no muestro amor por Dios y su gloria al ignorar el sufrimiento eterno de los que no le conocen y no le dan gracias. Lo contrario a este amor es hipocresía disfrazada de bienestar propio.

Que este amor por Dios y por su gloria, resulte en mi gozo completo, y como consecuencia que huya de la comodidad hacia la realidad horrible de aquellos que sufren las consecuencias de su necedad, como yo un día anduve. Mi oración es que Cristo sea tan dulce para mí, que al compararlo con el mayor bien de la tierra, Cristo sea un océano y el mundo una gota de agua, una inmensa playa frente a un puñado de arena, la montaña más alta ante una pila de tierra; mi mayor pasión, y mi mayor bien.

A partir de ahora, mi acercamiento a las misiones tiene implicaciones totalmente radicales porque no es solamente un libro sobre misiones, sino sobre la gloria de Dios en ella. Es esta visión de la adoración, no centrada en un servicio de domingo, sino en una vida que atesora a Cristo y vive atesorandolo como su mayor bien. Es ahí donde quiero ser encontrado. Por eso, y reflexionando en este libro oro lo siguiente:

Pido a Dios que me ayude a estar más satisfecho en Él, de manera que mi búsqueda de Dios no sea opcional; por el contrario, que busque esforzarme, no por ganar lo recibido, pero para atesorar el mayor tesoro que me ha sido entregado, Cristo. Que Dios me ayude en esta guerra espiritual real por mis propios afectos, en esta lucha por procurar mi propio bien o adorar a Dios en espíritu y en verdad.

Que la oración sea central en mi vida, no como un teléfono para hablar ocasionalmente con Dios sino como una fuente de comunicación constante en medio de esta batalla, para ser llenado, equipado y alentado. Que otros sean animados, como lo he sido por el mismo Piper y todos aquellos que él ha citado en este libro, quienes no consideraron este mundo como su mayor bien, porque ya habían recibido el mayor de ellos. 

Que sea hallado digno, no solo de vivir sino también de morir por Cristo. Que los deleites de Dios sean los míos, su propia gloria. Que el resultado de esta visión sea que las naciones se alegren, que canten con júbilo al Rey los que hoy adoran y buscan manantiales de agua que no la retienen, que por el contrario, encuentren el manantial de agua inagotable, el deleite completo en Dios (Is. 58:11, Jer. 2:13). 

Finalmente, que la oración, el sufrimiento, y Cristo mismo sean la marca distintiva de mi propia vida. Que en mi búsqueda de que otros adoren, no pierda de vista que Dios es el mi mayor bien, y la causa principal por las que las misiones existen, Él recibe la gloria, y nosotros, los hombres el deleite. Amen.

¡Alégrense las Naciones!

John Piper

Puedes descargar este libro gratuitamente en PDF
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Este articulo es fruto de la colaboración de los autores:

© Image by Maksim R, Pexels

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