Ensayo en honor de Juana Evangelista Peña Moncion, cariñosamente “Normi”.
Hoy estamos celebrando la vida de una hija, hermana, esposa, madre, abuela, una científica, patriota, y una esclava de Cristo. Para muchos este día se considera tragedia, pero hoy no estamos ante una tragedia, hoy estamos celebrando la vida de nuestra amada Juana Evangelista Peña Monción, nuestra amada Normi.
Como hija, hermana, esposa, madre y abuela vivió a la luz de la sociedad, como la iglesia lo hace ante Cristo. No sólo una vida de sacrifico y entrega para que sus hijos tengan un techo, ropa y alimento, pero con el ferviente deseo de que Cristo salve a sus hijos, y esposo. Ella era, en efecto, una mujer ejemplar. Mucho más valiosa que todas las piedras preciosas (Proverbios 31:10). Ella traía bien, no mal. Como un barco mercante, traía alimento desde lejos, se levantaba de madrugada y preparaba alimento para su familia, mientras planificaba las labores diarias, era fuerte y llena de energía, muy trabajadora. Tendía la mano al pobre, y abría sus brazos al necesitado. No temía a los días duros porque confiaba en la provisión de su Dios (Proverbios 31:10-24).
Ella estaba vestida de fortaleza y dignidad, y se reía sin temor al futuro. Cuando hablaba, sus palabras eran sabias, y daba órdenes con bondad. Estaba atenta a todo lo que ocurría en su hogar, y no sufrió las consecuencias de la pereza. Por eso, su familia, hoy se levantan y la bendicen. Sin duda alguna, estamos ante una mujer virtuosa. No sólo estamos ante una mujer capaz, pero una que no centró su vida alrededor del encanto engañoso, tampoco una que cimentó su vida en la belleza que no perdura. Por el contrario, estamos ante una mujer que temía al Señor, por eso hoy es sumamente alabada.
Y aquí entendemos, entonces, porque Dios la ha reclamado; la ha reclamado para recompensarla por todo lo que ha hecho. ¡Que sus obras declaren en público su alabanza! (Proverbios 31:25-31).
Como científica y patriota, vivió creyendo que Dios por el poder Su palabra creó todo lo que existe. Por la fe entendió que todo el universo fue formado por orden de Dios, de modo que lo que ahora vemos no vino de cosas visibles (Hebreos 11:3). Creyó que, por medio de él, Dios creó todo lo que existe en los lugares celestiales, y en la tierra. Creyó que Dios hizo las cosas que podemos ver, y las que no podemos ver, tales como tronos, reinos, gobernantes y autoridades del mundo invisible. Fue a los brazos del científico de científicos creyendo que todo fue creado por medio de él, y para él (Colosenses 1:16).
Dos verdades la llevaron a amar la naturaleza, y los animales; primero su convicción en el mandato cultural que Dios nos encomendó de ejercer dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra (Génesis 1:28). Y segundo, ella sufrió, y entendió la extensión de las consecuencias del pecado; la enemistad con Dios no sólo trajo maldición eterna al hombre. Ella sabía que si los cristianos también gemimos porque anhelamos que nuestro cuerpo sea liberado del pecado y el sufrimiento; hasta el día de hoy, también toda la creación gime de angustia como si tuviera dolores de parto (Romanos 8:22-23). La creación sufre por la ambición del hombre, la sed insaciable de tener más, la avaricia nos ha llevado a depredar bosques, hábitats, ríos, y animales. Es esta la peor expresión de la naturaleza del hombre sin Dios.
Ella sufrió al ver el pecado del hombre; en muchos casos viéndole salirse con la suya. Este entendimiento, la llevó a una vida dedicada al cuidado de los recursos naturales de la República Dominicana. De manera que, no sólo era una científica prominente de la Biología dominicana, también era una patriota, que, sin esperar grandes recursos o beneficios, pasó la mayor parte de su vida entre montañas, lagos, mares, cocodrilos, manglares, y aviones buscando hacer conciencia del llamado que tenemos a cuidar de la creación de Dios.
Ella sabía que el futuro de las generaciones de dominicanos, y el mundo depende del cuidado de sus recursos naturales. Es por su profunda convicción en el evangelio de Cristo, y su ética cristiana que nunca se enriqueció con ganancias deshonestas (Habacuc 2:9). Por el contrario, vivió una vida de contentamiento sabiendo que todo lo que tenía era provisión de Dios (Filipenses 4:11-13).
La vida de Normi es un testimonio de que la ciencia sólo valida o rebela la grandeza de nuestro Dios creador. Ella fue una científica que dedicó su vida a la misma ciencia que se equivocó al decirle que no podría tener hijos por su condición cardíaca; esa es la misma ciencia que se equivocó al pensar que podía ganarle a la voluntad soberana de Dios que reclamaba a su hija para disfrutar de plenitud de gozo, y de las delicias que hay a la diestra de Dios (Salmos 16:11).
Ella no entró a quirófano confiada en esta ciencia, sabía que su vida nunca había dependido de una herramienta que Dios le ha dado al hombre para entenderlo a Él, y su creación; al final de cuentas, los hombres por más evidencia de Dios que vean en la naturaleza no quieren creer en El. (Romanos 1:18-22). Ella entró confiando en el mismo que le prometió que, aunque anduviera en valle de sombra de muerte, no debía temer mal alguno porque El estaba con ella (Salmos 23:4). En otras palabras, de todos los científicos dedicados a la Biología, de todos ellos, nuestra amada Normi era la más prominente de todos porque su ciencia la llevó a conocer mejor a su Dios. Ella sabía que las estimaciones que hacía de cocodrilos, aves u otros mamíferos sólo era un reflejo del control que Dios tenía de su vida, porque El tenía contados exactamente todos sus cabellos (Mateo 10:30-31), y todos sus días (Job 14:5). Por eso, su adoración era al Dios de lo creado, y no a la creación.
Como nuestros héroes nacionales, ¡Que esta científica y patriota dominicana siempre sea recordada, no porque portó un arma contra fuerzas externas, pero porque usó la ciencia contra fuerzas, e intereses internos del hombre, la avaricia, y las ganancias deshonestas!
Finalmente, como esclava de Cristo, Normi no desfalleció, por el contrario, en su último momento vimos cómo su hombre interior se renovó, a pesar de que su hombre exterior desfallecía. Estaba convencida de que su sufrimiento era pasajero, y por eso, tenía un eterno peso de gloria que sobrepasó todo entendimiento. Vuelvo y repito, no estamos ante una tragedia, estamos ante una celebración eterna de una hija que ha vuelto a casa. (2 Corintios 4:16-17).
Ella tenía los ojos puestos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios, dónde ahora ella también esta disfrutando a su diestra (Hebreos 12:2)
Ella no puso su vista en las cosas que se ven, puso sus ojos en lo que no se ve, porque hoy presenciamos que lo que se ve es temporal, este cuerpo es temporal, pero ella puso sus ojos en la ciudad de Dios. Aunque sabía que su morada temporal podía ser destruida, es decir, su cuerpo, su esperanza estaba puesta en el edificio espiritual que Dios promete a quienes ponen su confianza en El. Esta no es una casa hecha por manos de hombres, ni una que puede ser destruida por la polilla, esta es una casa eterna que está en los cielos.
Por eso, vivió como vivió, de ahí su confianza, de ahí su anhelo, ella no sufrió tanto por la diabetes o por su corazón desfallecido; su mayor sufrimiento era su propio pecado, su anhelo y gemir era ser vestida con su habitación celestial. ¡Oh y ahora ella no está siendo hallada desnuda! Porque, asimismo, los que estamos en esta tienda, gemimos agobiados, pues no queremos ser desvestidos, sino vestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Y el que nos preparó para esto mismo es Dios, quien a los que ponen su confianza en El, les ha dado el Espíritu como garantía. Por tanto, animados siempre y sabiendo que mientras habitamosen el cuerpo, estamos ausentes del Señor. (Porque por fe, como Normi, andamos, no por vista).
Normi cobró ánimo y prefería más bien estar ausente del cuerpo y habitar con el Señor. Y aquellos que presencian este momento y no conocen del Dios que Normi sirvió, y con el cual disfruta ahora mismo, esa es la razón, por la que, ya sea presentes o ausentes, ambicionamos agradar a Dios. Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo. (2 Corintios 4:16-5:10, Mateo 6:20).
Ella sabía que el tiempo que queda es muy breve. Así que, no se dedicó a concentrarse únicamente en su matrimonio, o su familia. Entendió que los que lloran o los que se alegran o los que compran cosas, no deberían ser absorbidos por sus lágrimas ni su alegría ni sus posesiones. Su contentamiento venía de saber que los que usan las cosas del mundo no deberían apegarse a ellas. Pues este mundo, tal como lo conocemos, pronto desaparecerá. Ella vivió libre de las preocupaciones de esta vida. (1 Corintios 7:29-32).
Ella vivió como una ministra de Dios, en mucha perseverancia, en aflicciones, en privaciones, en angustias, en azotes emocionales, en cárceles espirituales, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos, en pureza, en conocimiento, con paciencia, con bondad, en el Espíritu Santo, con amor sincero, en la palabra de verdad, en el poder de Dios; por armas de justicia para la derecha y para la izquierda;en honra y en deshonra, en mala fama y en buena fama; como impostora, pero veraz.Fue tratada cómo desconocida, pero bien conocida; como moribunda, pero viva; como castigada, pero no condenada a muerte; como entristecida, pero siempre gozosa; como pobre, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque lo poseía todo (2 Corintios 6:4-10).
De la misma manera, los que creemos en el Cristo que Normi creyó, hoy estamos abatidos, pero no derrotados, tristes pero gozosos, débiles pero fuertes. Es en esta paradoja en la que vivimos los cristianos, cómo muertos pero vivos, enfermos pero sanos, en sufrimiento, pero confiando que el mismo que levantó a Jesús de entre los muertos, un día levantará a Normi de esta tumba.
Normi creía esta verdad: ¿Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como estas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? Estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Romanos 8:22-39)
Como Jim Elliot, ella creía que no es tonto aquel que deja lo que no puede retener, para ganar lo que no puede perder. Como Pablo, ella también deseaba partir y estar con Cristo. Porque para ella el vivir era Cristo, pero el morir era ganancia. Ella vivió como una ciudadana del cielo. (Filipenses 1). Por eso, ahora, en este mismo instante, ella está disfrutando las palabras de Su señor: “Bien, sierva buena y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor (Mateo 25:21).
Hoy no celebramos la muerte de Juana Evangelista Peña Monción, hoy celebramos que, por primera vez, nuestra amada Normi, ¡sí que está viva, más viva que nunca!