Recuerdo que siendo adolescente siempre oraba de una forma radical. Normalmente, en mis oraciones pedía a Dios que borrara y exterminará de una vez y para siempre toda sombra de pecado en mi vida. Sin embargo, eso nunca pasó. Aun continuaba luchando con el pecado.
Pero ¿Por qué pasa esto? Ya he sido lavado por la sangre de Cristo; y por consiguiente ya el pecado no debería tener lugar en mi vida. Y en cierto sentido, esto es real, ya hemos sido lavados por la sangre de Cristo y por lo tanto, somos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17) pero el proceso de santificación en nuestras vidas es progresivo y aún no termina (Romanos 8:23-25). Es por esa razón, que quiero presentar varios argumentos bíblicos para nuestra lucha constante con el pecado:
El hombre es totalmente malo
Me parece justo hacer esta pregunta inicial: ¿Es el hombre totalmente malo o 99% malo? Normalmente, la respuesta que recibo es que el hombre no es totalmente malo porque el hombre ha sido creado por Dios. Debe haber algo bueno en el hombre. Pero la Escritura dice algo muy diferente en el libro de Romanos:
Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se han desviado, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. – Romanos 3:10-12 RVR60, énfasis añadido.
Es muy interesante que Pablo está haciendo una cita al antiguo testamento cuando dice: “Como está escrito” (Romanos 3:10). Pablo está citando a David, quien dijo lo mismo en el libro de Salmo:
Dios ha mirado desde los cielos sobre los hijos de los hombres para ver si hay alguno que entienda, alguno que busque a Dios. Todos se han desviado, a una se han corrompido; no hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno. – Salmo 53:2-3, LBLA, énfasis añadido.
Es muy importante comprender que la depravación del hombre no es un tema sólo del nuevo testamento; este es, de hecho, un tema presente en el antiguo testamento.
Es muy importante comprender que la depravación del hombre no es un tema sólo del nuevo testamento; este es, de hecho, un tema presente en el antiguo testamento y mucho antes del libro de Salmo, lo podemos ver en el libro de Génesis: “El Señor vio la magnitud de la maldad humana en la tierra y que todo lo que la gente pensaba o imaginaba era siempre y totalmente malo. (Génesis 6:5 NTV, énfasis añadido). Este tema, por consiguiente continúa en el nuevo testamento y el tiempo verbal en griego de la cita “Como está escrito” subraya los aspectos de continuidad y permanencia, y deja implícita su autoridad divina. Es decir, el hombre continúa con una tendencia hacia el mal hoy también.
El pastor John Piper dice lo siguiente al respecto: “Si creemos que somos básicamente buenos o que no estamos en enemistad con Dios, nuestra comprensión de la obra de Dios en la redención será defectuosa.” Asumir que el hombre es bueno, por consiguiente es estar en desacuerdo con la Escritura en este sentido. De manera que, el hombre es totalmente malo (Génesis 6:5) y en sentido universal, el hombre es malvado e inclinado hacia el mal. “..no hay quien haga el bien” (Salmo 14:1).
El hombre es totalmente malo (Génesis 6:5) y en sentido universal, el hombre es malvado e inclinado hacia el mal. “..no hay quien haga el bien” (Salmo 14:1).
Heredamos una naturaleza pecaminosa
Nosotros heredamos una naturaleza pecaminosa debido al pecado de Adán. Eso es a lo que algunos teólogos llaman “Pecado Original” y otros lo llaman “Corrupción Heredada.”
Pues soy pecador de nacimiento, así es, desde el momento en que me concibió mi madre. – Salmos 51:5, NTV
Nuestra corrupción pecaminosa es tan profunda y tan fuerte que nos convierte en esclavos del pecado y nos hace moralmente incapaces de vencer nuestra propia rebelión y ceguera, no podemos auto-salvarnos. El pecado original tiene que ver con la condición caída de la naturaleza humana y Jonathan Edwards escribió una enorme tratado sobre el pecado original en su libro “La Gran Doctrina Cristiana del Pecado Original” (The Great Christian Doctrine of Original Sin).
El pecado original tiene que ver con la condición caída de la naturaleza humana.
“La doctrina del pecado original enseña que las personas pecamos porque somos pecadores. No se trata de que seamos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores; es decir, desde la caída del hombre, hemos heredado una condición corrupta de pecaminosidad.” – RC Sproul
No obstante, hay un argumento en contra de la doctrina del pecado original. Y se manifiesta con la siguiente pregunta:
¿Porqué somos responsables por el pecado que alguien más cometió?
Esta pregunta pareciera desconcertante y certera; y por ello, la respuesta aparentemente lógica sería: ¡No es justo! Pero en efecto, sí es justo.
Respuesta: El problema es que, no nos gusta la idea de ser responsables por el pecado de nuestro representante si no hemos tenido la oportunidad de elegirlo. Nosotros no elegimos a Adán para representarnos, y esa es una de las razones por las cuales nos gusta tener el derecho a elegir a nuestros representantes en el gobierno, porque las acciones que ellos llevan a cabo en el ámbito político tienen consecuencias determinantes sobre nuestra vida. Nuestro representante fue elegido infaliblemente por un Dios perfectamente Santo, justo y omnisciente. Así que no podemos decir que nosotros hubiésemos actuado en forma diferente a Adán.
Sin embargo, nosotros no podemos estar en el congreso proponiendo y promulgando leyes; de manera que, tenemos que elegir; y por consiguiente, nos gusta elegir a nuestros representantes con la esperanza de que representarán adecuadamente nuestros deseos. Pero, la realidad es que no hay momento en la historia humana en que fuéramos más perfectamente representados que en el jardín del edén porque nuestro representante fue elegido infaliblemente por un Dios perfectamente Santo, perfectamente justo y omnisciente. Así que no podemos decir que nosotros hubiésemos actuado en forma diferente a Adán.
Tenemos una lucha constante entre nuestra carne y nuestro espíritu
Amo la ley de Dios con todo mi corazón, pero hay otro poder dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí. – Romanos 7:22-23, NTV
Aunque seamos cristianos, en la caída del primer hombre, todos heredamos una corrupción pecaminosa por el pecado de Adán. Cristo ya nos ha redimido, pero el proceso de santificación continuará hasta que seamos finalmente glorificados conforme a su cuerpo de gloria (Filipenses 3:20-21).
¿Fue incompleto el sacrificio de Cristo en la cruz entonces?
Por supuesto que no. Pablo aborda este tema de una forma muy interesante:
“Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima” (1 Corintios 15:19, LBLA, énfasis añadido).
Respuesta: La cita “Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente” Es una referencia a que en este mundo caído, en nuestro cuerpo de pecado, no veremos la obra santificadora de Cristo completa porque hay un proceso de regeneración que aún no termina y que será finalmente completa cuando partamos de esta tierra a nuestra eterna morada (Hebreos 12:23). Esto nos lleva a una doctrina de aplicación de la redención, “La Santificación.” Y el teólogo Wayne Grudem la define de esta manera: “Es una obra progresiva de Dios y del hombre que nos lleva a estar cada vez más libres del pecado y que seamos más semejantes a Cristo en nuestra vida real. (Teología Sistemática, 785).
El sacrificio de Cristo, por consiguiente, fue completo en la cruz (2 Corintios 5:20). Pero aún no hemos sido resucitados a la imagen del cuerpo de Cristo (Filipenses 3:20-21). Aún estamos en el proceso de santificación. Y la santificación involucra al ser humano de forma holística, es decir, incluyendo todo nuestro ser y nuestro cuerpo (2 Corintios 7:1; 1 Tesalonicenses 5:23), entonces nos damos cuenta que la santificación no estará del todo completa hasta que el señor regrese y recibamos cuerpos nuevos resucitados.
De ahí el llamado de las Escrituras a consagrar nuestros cuerpos como templo del Espíritu Santo mientras estemos en esta tierra (1 Corintios 6:19); sin embargo, debemos reconocer que tenemos una tendencia a utilizar nuestros cuerpos como instrumentos de iniquidad (Romanos 6:13). Con esto, una vez más se afirma el hecho de que estamos lidiando con un “cuerpo de pecado.” Y al igual que Pablo en este cuerpo de pecado gemimos (2 Corintios 5:2).
Por eso, el autor de hebreos dice que somos llamados a resistir el pecado que tan fácilmente nos asedia (Hebreos 12:1), y se nos amonesta y exhorta simplemente a esforzarnos más para vencer estos pecados. De ahí, nos preguntamos:
¿Cómo escapamos de estas fuentes de pecado contra los cuales luchamos tanto, y que sincera y honestamente deseamos no cometer?
El teólogo R.C. Sproul dice lo siguiente: “Si el deseo de no hacerlo es realmente honesto y penetra el corazón, tenemos 90% del camino recorrido.”
En realidad, no deberíamos estar estancados por nada. La razón por la cual continuamos con estas fuentes rebeldes, es porque tenemos un sincero deseo de continuar en ellas, no un sincero deseo de abandonarlas. Entonces, la pregunta adecuada sería: ¿Cuán honestamente nos comprometemos a renunciar a esas fuentes?
El problema es que tenemos una tendencia al autoengaño cada vez que cedemos ante un pecado preferido. Tenemos que enfrentar el hecho de que cometemos el pecado porque queremos cometerlo, más de lo que queremos agradar a Dios en ese momento. Y por supuesto, eso no quiere decir que no tengamos un sincero deseo de escapar de él, pero el nivel de nuestro deseo se balancea. Sproul dice: “Es fácil ponerse a dieta luego de un banquete, pero es difícil permanecer en la dieta no habiendo comido en todo el día.”
Esto es exactamente lo que pasa con los pecados involucran apetitos físicos. Los altibajos del deseo aumentan y disminuyen. No obstante, luego de haber cometido el pecado nuestro deseo de arrepentirnos es grande, pero cuando nuestros deseos no han sido satisfechos, experimentamos una atracción cada vez mayor a practicar estos pecados particulares.
Tenemos que alimentar nuestras almas con la palabra de Dios para que podamos tener claro en nuestra mente y corazón lo que Dios quiere que hagamos, y así construir un fuerte deseo de obedecer a Dios.
Debemos ser honestos sobre el hecho de que en verdad tenemos un conflicto de intereses entre lo que queremos hacer y lo que Dios quiere que hagamos. Y debemos ser honestos sobre el hecho de que tenemos una mentalidad dietética a la hora de lidiar con el pecado. Nos encanta alimentar nuestra carne en pequeñas proporciones; nuestros límites contra el pecado están viciados, y tienen parches. Hemos dejado de lado este alto estándar de la Escritura: “Pero que la inmoralidad, y toda impureza o avaricia, ni siquiera se mencionen entre vosotros, como corresponde a los santos” (Efesios 5:3).
Creo que tenemos que alimentar nuestras almas con la palabra de Dios para que podamos tener claro en nuestra mente y corazón lo que Dios quiere que hagamos, y así construir un fuerte deseo de obedecer a Dios. Es la única manera como podremos vencer en nuestra lucha constante contra nosotros mismos y contra el pecado.
“Si nos humillamos bajo la terrible verdad de nuestra depravación total y corremos a la Palabra de Dios para ser guiados hacia la voluntad de Dios, estaremos en condiciones para ver y apreciar la gloria y la maravilla de la obra de Dios.” – Pastor John Piper
Y vale la pena agregar que estaremos luchando con el pecado hasta que nuestro Señor Jesucristo venga desde el cielo y “transforme nuestro cuerpo miserable o de humillación para que sea como su cuerpo glorioso” (Filipenses 3:20-21). Es “cuando él venga” (1 Corintios 15:23) que recibiremos un cuerpo de resurrección y entonces “llevaremos también la imagen del hombre celestial” (1 Corintios 15:49).
Para que tengamos una perspectiva de la santificación, se vería así si la ponemos por pasos:
- Esclavos del Pecado | No Cristianos – Conversión
- Crecimiento en Santidad | Vida Cristiana – Resistir el Pecado
- Perfecta Santidad | Muerte en Cristo